Hitch se sentía fuerte aquel día. Él, que siempre se sintió intimidado por la belleza, hacía muy poco tiempo que había sabido de la menstruación femenina, lo que, pensaba, le daba algún tipo de ventaja si incluía alguna referencia sexual en la conversación.
Hitch: Vamos a ver, Miss Ondra. Vamos a hacer una prueba de sonido. ¿No es lo que quería? Venga acá.
Ondra: No sé qué decir. ¡Estoy tan nerviosa!
Hitch: ¿Ha sido buena chica?
Ondra (riendo): ¡Oh, no!
Hitch: ¿No? ¿No se ha acostado con nadie?
Ondra: ¡No!
Hitch: ¿No?
Ondra (riendo inconteniblemente): ¡Ay, Hitch, esto es muy embarazoso!
Hitch: Venga acá ahora y no se mueva de este lugar o sino, como le dijo la criada al soldado, no va a salir bien…
(Anny Ondra se parte de la risa)
Hitch (mirando a cámara): ¡Corten!

Esta prueba de sonido realizada los días previos al comienzo del rodaje de «Blackmail», primera película sonora de Hitch, fue realizada para comprobar cómo quedaba el áspero acento de la actriz polaca Anny Ondra en pantalla. Ella terminaría casándose con el boxeador alemán Max Schmeling (aquel mítico boxeador que tumbó a Joe Lewis en el Garden) y convirtiéndose en el primer (que no último) desengaño amoroso del director inglés, siempre tan enamoradizo. Famosa es la anécdota del telegrama que Hitch envió a Ondra al conocer la feliz noticia: «¿Un boxer? ¿Pero eso no es un perro alemán?».
La broma sólo tiene sentido en el idioma en el que fue formulada: el inglés. Las traducciones siempre conllevan problemas. Célebre es la escena en la que Paul Newman y Robert Redford hablan en castellano con unos militares bolivianos en «Dos Hombres y un Destino» y no parecen entender nada. Cosa del doblaje. En este caso, y volviendo a Ondra, la actriz terminó siendo calamitosamente doblada: Ondra movía los labios y la voz postiza llegaba segundos después.
En los orígenes del cine sonoro, era habitual el doblar a las estrellas de las películas silenciosas que no tenían buena voz. Una obra maestra del musical, «Cantando Bajo la Lluvia», ironizó sobre el tema. En España son muy conocidos los doblajes neutros, aquellos realizados en Puerto Rico o México que generalmente daban voz a las series americanas de los 60. En el caso de los dibujos animados, su influencia se extendió hasta los 80. ¿Quién no recuerda al gato Jinx y los «marditos roedores»?.
En una ocasión, la Academia de Hollywood hizo reír a los asistentes a una de sus ceremonias al colocarles fotogramas de Groucho hablando en alemán o Bogart en castellano. Entre los cinéfilos parece haber consenso: el doblaje es una aberración. Y lo es, sin duda, los doblajes no siempre son malos pero siempre resultan insuficientes. Además, las películas dobladas suelen cometer el peor de los pecados: están mal traducidas, hasta el punto de que hay ocasiones en las que al ver la película subtitulada y visionarla más tarde doblada, parece como si se tratase de cintas diferentes.
Pero no siempre fue así. Hitchcock odiaba los subtítulos. Consideraba que los rótulos despistaban al espectador. Siempre consideró el doblaje como un mal preferible al subtitulaje. Se cuenta que la obsesión por el control de Stanley Kubrick le llevó a supervisar, mediante su cuñado, las salas de cine en las que se proyectaban sus películas. Disparate no confirmado, al contrario del que asegura que ejerció su poder a la hora de doblar sus películas. En alguna ocasión llegó incluso a elegir las voces que sustituirían a las de sus actores. Así fue como Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué acabaron siendo las voces de Jack Nicholson y de Shelley Duvall en «El Resplandor». De paso se cargó el delicado equilibrio que exige el ejercicio del doblaje.
Miguel Ángel Valdivieso era el doblador habitual de Woody Allen. Al morir, su familia recibió un telegrama de condolencias del neurótico neoyorkino lamentando su pérdida. Gesto que dignifica la figura del pequeño gran actor y director. Según comentó en más de una ocasión, Valdivieso le hacía mejor actor. Al fallecido Valdivieso le sustituyó Joan Pera. Cuando Allen vio una de sus películas doblada al castellano por el sustituto (Pera también dobla al catalán) quedó sorprendido: era como si su antecesor siguiera vivo. Le felicitó, incluso le ofreció un pequeño papel en su recién terminado rodaje barcelonés.
Ocurre con frecuencia, sustituir la voz original es imposible pero en algunas ocasiones el doblaje la supera en calidad. Una de esas raras circunstancias ocurre con Sean Connery y Clint Eastwood, doblados habitualmente por Constantino Romero. Es, como digo, poco habitual, pero ocurre. Pero es el reverso de la moneda la norma habitual. En su cuadriculada circunstancia, los estudios de doblaje suelen utilizar baremos estéticos para asignar voces. Una de las damnificadas sería Catherine Keener, a la que desde siempre colocan una voz de yaya que poco tiene que ver con su voz real. Su pecado consiste en compartir leves rasgos físicos con Anjelica Huston. Así pues, le toca la misma voz que a la hija de John.
Defendiendo la elección de Viggo Mortensen como Alatriste, Agustín Díaz-Llanes no dudó en culpar al doblaje de la mala dicción del actor neoyorkino. Según él, el espectador medio español es analfabeto porque suele ver las películas dobladas, y por lo tanto, no está acostumbrado a las voces reales. En otras palabras, el culpable de que Viggo declamase como si alguien le tuviese cogido por las pelotas era el tipo que le había doblado durante años. De paso, declaró como analfabeto al público italiano, francés y alemán, países que también doblan habitualmente las películas habladas en otro idioma. Ha veces es mejor no decir nada.
En realidad, todo se ve de un modo extremo en los países con guerra declarada al doblaje: los detractores están por un lado y los defensores por otro. En medio e indefensos, los de siempre. Tal vez, la entrevista que le hizo Julián Marías a Otto Preminger sirva para derribar obstáculos o erigir muchos más. Que el modo en el que el director corta (educadamente) la crecientes alas del escritor y cinéfilo sirva para que cada cual decida sobre el asunto…
Preminger: (…) Me alegra que en España la gente vaya a ver mis películas… Por cierto, a lo mejor puede decirme si están bien traducidas. ¿Ha visto alguna doblada?
Marías: Sí, desgraciadamente casi todas las he visto en español
Preminger: ¿Y están bien traducidas?
Marías: No, en general no muy bien. Cuando he visto alguna en español y en inglés solía haber bastante diferencia. A veces, además, era intencionada: se cambiaban los diálogos deliberadamente. Y no era eso lo peor: en «Anatomy of a Murder» se cortaron 35 minutos
Preminger: ¿35 minutos? Pero, legalmente, no tienen derecho a hacer eso, ¡no pueden hacer eso!
Marías: Pero lo hacían: la censura cortaba todo lo que quería. Y a veces los distribuidores, y los propios cines. En general, los doblajes no son buenos, y más que por la traducción, por el tipo de voces y el tono de diálogos, que no suelen ser los adecuados
Preminger: Pero yo vi «The Human Factor» en español y aunque, naturalmente, no entendía nada, me pareció que sonaba bien, que estaban bien las voces de los actores
Marías: Sí, «The Human Factor» es de las que están mejor traducidas, y está doblada con bastante cuidado
Preminger: Eso pensé. Parecía muy bien doblada
