Los acérrimos seguidores de las obras de Pérez-Reverte, esa guardia pretoriana que protege de la realidad a sus amos y señores virtuales, les intentarán convencer, cual sirenas a la caza de guerreros griegos, de que «Alatriste» merece la pena ser visionada. Lo harán en contra de su propia opinión, pues no concibo que un autentico seguidor de la serie de novelas protagonizada por el militar español del siglo de oro, se pueda haber sentido completamente satisfecho con la invalida adaptación filmada por Tano Díaz Yanes. 

Confieso no haber leído ni una sóla de las novelas de Pérez-Reverte. Como tampoco he leído la inmensa mayoría de las novelas en las que se basan las miles de películas que he visto a día de hoy, lo cual no me ha incapacitado para opinar sobre ellas.

Así pues, no sabía quién era Malatesta, ni Sebastián Copons, ni María de Castro, ni siquiera Fray Emilio Bocanegra. Lo peor es que… sigo sin saberlo.

Y aunque es tan confuso y abigarrado guión lo peor de este desproposito de dimensiones colosales, no se salvan los actores, quienes carecen de credibilidad en la mayor parte de los casos, tal vez tratándo de emular de modo inconsciente la muy lamentable interpretación de un Viggo Mortensen que da la impresión de sentirse tan cómodo declamando en castellano como lo estaría en el sillón de un dentista.

Que las escenas de acción sean confusas (y/o ridículas en algún caso… la lucha de lanceros final se presupone dramática pero a punto está de convertirse en cómica) es un mal compartido por la gran mayoría de cintas desde hace lustros, sean de la nacionalidad que sean. No es de recibo reclamarle lo que otros tampoco han sabido hacer. Su ambientación resulta tan brillante y repleta de medios como forzada en su fondo. Todo ocupa su lugar de modo escrupuloso y aséptico, dando la sensación perenne de que nos movemos por un decorado. La fotografía toma partido por la brumosa técnica francesa aplicada al cine de época, componiendo planos basados en cuadros, dando de nuevo la sensación de artificio que no abandonará a la película desde el primer minuto de su pastoso metraje.

No es nada fácil recopilar tanto material en 140 minutos. Como nada fácil resulta confundir constantemente al espectador no iniciado, con un laxante ritmo narrativo que busca la densidad en donde no la hay, pues a estas alturas y teniendo presente las horribles adaptaciones cinematográficas que han sufrido las novelas del escritor español, comienzo a dudar de que el material original tenga entidad alguna.

Sin emoción, sin textura dramática, sin épica, sin lírica, sin presencia… Ese es el resultado de la gran apuesta del cine español por hacer sombra al usualmente magnifico cine de época britanico y francés.

Inundé la sala de bostezos. No fui el único, la gran mayoría de los que abarrotabamos la sesión golfa de ayer noche, rezumaban desgana y hastío a la hora de enfilar la salida. No hubo aplausos, ni ensimismadas miradas a la pantalla tras un ridículo final que se supone épico pero resulta bochornoso. Por no haber ni siquiera se cruzaron reproches contra el bodrio, tan sólo indiferencia. El peor de los castigos.

Y ahora… Unas cuestiones sin respuesta:

¿Es gangoso Viggo Mortensen?

¿O tal vez ha sido doblado por Steve Urkel?

¿Por qué está tan mal narrada la escena de la llegada a Madrid del Príncipe de Gales? No llegamos a saber quién le quiere matar, ni el porqué, ni las consecuencias que acarrea el intento de cutremagnicidio.  Y digo cutre, sí… Veánlo y luego me cuentan si lo es o no.

Si la gran mayoría de los tercios estaban compuestos por mercenarios extranjeros, ¿Dónde se esconden? No llegamos a ver ni un sólo guiri más allá del tipo portugués con acento gallego que se suicida al final sin que lleguemos a saber (una vez más,¡qué desastre de guión!) la razón ni las motivaciones que le llevan a hacerlo.

¿Quién es Malatesta? ¿Por qué aparece continuamente sin razón aparente? ¿De dónde viene esa aversión/rivalidad con Alatriste?

¿Es Fray Emilio Bocanegra (qué sutileza la de Reverte buscando nombres descriptivos para sus personajes) un eunuco? ¿Es malvado? ¿Qué coño es…?

¿Son los tipos del Fotogramas (esta vez le tocó al mediatico Jesús Palacios repartir loas) capaces de calificar una película cómo realmente merece?… ¿Son los chicos de la prensa una pandilla de estómagos agradecidos?

Usaba mi viejo profesor de química, antes de un examen, una frase recurrente; ¿Alguna duda?… ¿O todo es una inmensa duda?… Y además de un profundo sopor, es ese el poso que deja la película una vez cumplido su interminable metraje: ¿Cómo, quién, qué?…

Mejor llámenlo X.